lunes, 31 de octubre de 2011

La mesa 326

 
Mesa 326. Un presidente. Dos fiscales. El aula preparada con todas la boletas correspondientes. El gendarme le preguntó a la autoridad de mesa si todo estaba en correctas condiciones para comenzar con la votación y este le respondió que si. Por lo tanto, a las ocho de la mañana se abrieron las puertas del colegio Nº 12 en Villa de Mayo del partido de Malvinas Argentinas.
A partir de ese momento, la escuela comenzó a tomar color de elecciones. En general, los habitantes de la República Argentina elegían un nuevo presidente para que los represente durante los próximos cuatro años. Además, en este sufragio se votaba para senadores y diputados nacionales. Y por último, en algunas provincias se elegían los cargos a gobernador, diputados provinciales e intendente.
Las primeras personas que entraban a la institución escolar eran guiadas a las mesas que les correspondía por los gendarmes o los policías de la provincia de Buenos Aires. “¿Dónde queda la mesa 332?”, preguntó una señora que entraba entusiasmada a la escuela. “Suba por las escaleras. Es la segunda mesa”, le respondió el guardia de seguridad.
Mujeres y hombres formaban una sola fila en cada una de las mesas que les correspondía. Algunos de ellos votaban por primera vez. Otros ya tenían un poco más de experiencia. Y por último, aquellos votantes que ya tenían la edad suficiente como para no votar más, igual participaban de las elecciones. Un hombre de pelo color ceniza introdujo su voto y expresó: “Yo tengo setenta y pico de pirulos y me podría quedar en mi casa viendo la tele. Pero no. Me gusta seguir eligiendo a mis representantes. Por eso vengo y voy a seguir viniendo”.
Durante el transcurso de las elecciones se acontecían las habituales situaciones de un día en el que los ciudadanos argentinos tienen que ir a votar.
Las personas llegaban con el documento en la mano esperando el turno para ser atendido por el presidente. Cuando era su momento, una de las fiscales decía casi en voz alta el nombre del votante y el tipo de documento. Se buscaba y se marcaba en el padrón el nombre para identificarlo. Se le daba un sobre celeste con las firmas de los representantes de la mesa; y se le permitía el ingreso al cuarto oscuro. Finalmente, con el sobre cerrado se introducía el voto en la urna. Un hombre de mediana edad pedía graciosamente: “A ver ¿Dónde están los fotógrafos? Quiero que me saquen una foto”.
Mientras tanto, las primeras horas de las elecciones transcurrieron con tranquilidad. Las tazas de café y té caliente comenzaban a llegar a cada uno de los presidentes y fiscales de las mesas. Aunque ocurrieron algunas situaciones referidos a los nombres que aparecían en el padrón. Una señora que estaba acompañada de una niña le comentó a la autoridad de mesa: “Disculpame. No me quiero meter pero me estaba fijando que en el padrón aparece mi padre y él falleció hace como cinco años”. En ese instante, el presidente lo marcó. Otro hecho ocurrió cuando no se dejó votar a un par de personas porque venían con un documento incorrecto. Una de las representantes de las mesas le manifestó: “Usted no puede votar señor. En el padrón marca que su documento es triplicado y vino con el original. La ley le prohíbe a que vote”
El mediodía y después de las tres de la tarde fueron los momento de más circulación de las personas. Fila dentro del colegio. Fila fuera del establecimiento. Los gendarmes trataban de organizar el tránsito de la gente, llamando de a poco a los que se encontraban afuera. Por eso, cuando las mesas se desocupaban, de ellos se podía escuchar: “Hagan pasar a las personas de la mesa 330”. Mientras que un fiscal general desde otra esquina le grita “y también de la 326”.
Estos atrasos también se debían a algunas dificultades que aparecían en las mesas. Los más comunes eran que los votantes tardaban dentro del cuarto oscuro, o se manifestaba que “No había boletas” y por lo tanto, se debía ingresar para verificar que boleta faltaba. Además los fiscales debían entrar, aproximadamente, cada 15-20 minutos para controlar el cuidado del aula y reponer si hacia falta sus boletas.
La mesa 326 se cerró, puntualmente, a las 18 horas. A partir de ese momento, varios de los representantes de los distintos partidos políticos ingresaron al aula para realizar el último paso del día. Contar los votos.
Se sacaron todas las boletas restantes y se colocaron en el medio del salón mesas para realizar el recuento prolijamente. Y en el pizarrón se puso un cartel para anotar las cantidades de los votos.
El presidente abrió la urna y empezó a contar los sobres hasta que llegó a la totalidad de  291 votantes. Luego, con la ayuda de una fiscal, ambos abrieron los sobres y se iban colocando por lista política cada uno de los votos.
Uno de los fiscales era el que anunciaba cada uno de los votos: “Boleta entera para el cabezón. Boleta entera para La Cris”, “Voto solamente para Cristina y Scioli” y “Un voto para Saá y su WiFi”. En un momento el recitador expresó: “Acá hay dos boletas enteras del mismos partido. Se anula los dos, ¿No?”, a lo que le respondieron: “No, se anula uno solo. El otro vale”. Este hombre siguió con sus proclamaciones. “Cuanto corte de boletas que hay”. Después se detuvo sorprendido en uno de los cortes: “Mirá que extraño este corte. Binner como presidente. El colorado como gobernador. Cariglino como intendente. Y diputados y senadores del frente de izquierda”. Haciendo referencia al candidato como presidente por el frente de izquierda y de los trabajadores expresó en forma irónica: “Miralo a Altamira. Va a sacar más votos que La Lilita”.
Finalmente, se contó lentamente y cuidadosamente cada uno de los votos. Hasta que se llegó a un resultado.
Del salón, algunos salieron felices, otros tristes pero con la cabeza alta y el resto indiferente. Todo había terminado. En la mesa 326 hubo ganadores, perdedores.